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CAPTURADOS POR EL ARTE DIGITAL DE LUIS ENCINAR

 

       

         Los cuadros de monstruos y laberintos del reconocido y prolífico artista orduñés Luis Encinar han regresado. Todavía no habíamos borrado de nuestras mejores pesadillas sus últimas creaciones y ya reaparecen en una segunda visita al Marrazki, la taberna hecha imagen (o al revés), creada originalmente por Xosé Boga y el añorado Rafa Robles y que, gracias a Marta Garaio, se ha consolidado como el principal museo interior de arte moderno de la ciudad de Orduña (Bizkaia).

           

         En el transcurso de su prolongado recorrido artístico, Luis Encinar nunca ha temido exponerse a los riesgos que entraña el cruce de cada nueva frontera. Cuando, bajo el título de Digigrafías (obras gráficas realizadas con pioneros procedimientos informáticos), en el verano de 2012 generó y exhibió por vez primera esta serie de imaginería negra de seres monstru-ojos, Luis todavía sufría una acusada dipoplia. Este grave trastorno ocular causante de visión doble en quien lo padece y capaz de aniquilar el ánimo y la habilidad de cualquier artista convencional, en él tuvo el efecto contrario pues, no solo no se rindió a su enfermedad visual, sino que, aliándose con ella, halló un cauce de inspiración de innovadora creatividad. El resultado lo podemos comprobar en esta genialidad interactiva donde los observadores pueden dialogar con el arte y participar en las obras, hasta el punto de estar capacitados para interactuar con ellas y devolver impresiones a través de una transmisión de ida y vuelta.

 

        Originados en tableta digital, el autor nos presenta lienzos tecnológicos plasmados sobre hojas de papel de arroz Hahnemühle, en los que ha incorporado códigos de respuesta rápida destinados a clarificar las enigmáticas distorsiones representadas, si el espectador lo desea. La última gran reinvención de Encinar se adapta con precisión a la era digital actual, al haber establecido la definitiva comunicación integradora entre el artista y el público, mediante el QR como instrumento de comunión creativa basada en internet.

 

         Dentro de estos espacios de mágicas tergiversaciones quizás reconozcamos distintos retratos anónimos o acaso un reflejo inconsciente de identidades de su propio autor. En esta ocasión, nuestras preguntas ante cada lámina sí obtendrán respuestas inmediatas. Bastará con disponer del dispositivo lector adecuado (un teléfono móvil será medium suficiente), para traspasar la barrera física tangible de cada imagen y alcanzar la información en el otro lado, el virtual. Asistimos así a una lograda fusión de tradición y futurismo, una conjugación avanzada de materiales convencionales y soportes tecnológicos de última generación donde el creador nos entrega sus misteriosas deformaciones monstruosas de múltiples ojos y, junto con ellas, los códigos laberínticos que, además de mirarnos, también se dejan mirar.

 

         Ver o no ver. Ver y ser visto. Atrapar a la bestia y ser atrapado por ella. Orduña brinda otra oportunidad para contemplar monstruos goyescos y esperpentos de Valle-Inclán entre las sombras del cibernético túnel subconsciente que soñara Dalí. Luis Encinar sigue demostrando su honda personalidad generadora, su sorprendente visión propia. Su arte, esta vez digital, vuelve a capturar al espectador.

 

 

Chechu Mingo

Mayo de 2013

 

Volver a digigrafías

 

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